La muerte de mamá, sus aros viejos, e hilos de bordar.
- Yely Pernia
- 1 dic 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 12 dic 2024
11/15/2024
El otro día, me fui con mi amiga Sarah B. a ver la película interactiva de Los Locos Adams a un teatro viejo en Annville, cerca de Lebanon Valley College. Mientras esperábamos a entrar al teatro, nos pusimos a hablar; y esta me dijo que había leído la primera entrada del blog, traduciendo párrafo por párrafo para entender lo que yo había escrito. Honestamente, esto me causó risa pues yo ya había hecho la versión en inglés; y le dejé saber que incluso cuando hice la traducción de español a inglés, me di cuenta que la versión anglosajona tenía un poco más de sentido gracias al detalle con que la había escrito. Sarah mencionó cuán creativa era y su admiración por mi inquebrantable deseo de alcanzar mi sueño de trabajar diseñando textiles.
... Y justo eso queridos lectores, esa es la razón por la cual me senté a escribir esta segunda entrada del blog.
Si bien, mi viaje a lo largo de estos años ha tenido varios hitos importantes. Pero si hay algo que dio un quiebre en mi vida para decidirme por una carrera en el mundo textil, fue la muerte de mi mamá Tita. Viviendo aún en Santiago de Chile, la pandemia del COVID estalló. Eran como las dos de la mañana y veía televisión, cuando ví las llamadas perdidas de mi hermana Luisa. Inmediatamente, paré la película, le devolví la llamada, y era lo inevitable: era ella. ¡ERA MAMÁ!
Recuerdo con exactitud sentarme en el mueble gris que habíamos comprado mi tío, mi primo Alfredo y yo, cuando recién nos mudamos. Ese mueble horrible que nos costó 15.000 pesos chilenos, que casi se le salían los resortes de lo cansaito, vale- jajajaja. Recuerdo luego hacer café para honrar su memoria, y entrar en un estado de agradecimiento por todo lo que había hecho y seguía haciendo por mí. Porque muchas cosas que había logrado hasta ese momento se las debía a ella, a ese empuje que la caracterizaba; a no rendirse ni por muy cansada que estuviese. Pero entonces, casi un año más tarde, me quebré ante su inexistencia física. Ya no había más llamadas a larga distancia con su nombre guardadas en mi teléfono. No más "bendición hermosísima mamá". No más "Dios la bendiga, hermosísima hija". Todos esos meses antes, mis temores y tristezas inundaron mi corazón mientras mi cabeza y raciocinio solo aceptaban trabajo y más trabajo. Sí, sólo quería hacer dinero e irme a Turquía lo más pronto posible. Pero entonces, Dios cambió mis planes y ella puso sus hilos viejos y aros de madera a la orden.
Mucho antes de yo aprender a bordar, mamá ya había intentado enseñarme. Yo tendría escasos unos 14 o 15 años y mis supuestas amigas de ese entonces decidieron dejar de ser mis amigas; por lo que ya no tenía con quién pasarme el recreo. Entonces le pedí a mamá que me enseñase a bordar. Pero la cosa no duró mucho; lo abandoné rápidamente ¡Y no saben cuánto me arrepiento! Pues muchos años después descubriría que es un oficio que me apasiona y en el que soy muy buena.

De todos mis hermanos, yo creo ser las más parecida a mi mamá en cuanto a este tipo de oficios: amo los colores, me encanta coser y pintar; y por si no fuese poco, soy buena y me fascina planchar - jajajaja ¿A quién le gusta planchar? Sí, a mí; tanto como a ella. Y debo decir que después de su muerte, resonaba mucho en mí la idea de finalmente aprender a bordar, tanto como ella lo hizo en su vida. Era mi forma de celebrarla y honrarla de una manera creativa y meditativa. Sí, bordar es una forma de meditación: uno necesita concentrarse y practicar mucho para que las puntadas queden bien. El apuro solo hace que los hilos se enreden, y es algo que se debe evitar tanto como sea posible. Especialmente cuando el hilo es grueso y la estructura de la tela es de punto rib, por ejemplo. Debido a que la trama alterna la urdimbre al derecho y al revés (ver imagen A), los espacios que dan como resultado una textura acanalada son muy pequeños. Por lo cual, el hilo que atraviesa dichos huecos empuja la urdimbre a los lados, haciendo un poco más complicada la siguiente puntada. Aunado a ello, este tipo de ligamento le da excelente elasticidad a la tela; cosa que no sucede con telas cuya estructura es de punto plano (ver imagen B), donde el bordado se hace menos difícil debido a la estabilidad de su tela.


Estas dos comparaciones las hago basándome en la experiencia adquirida bordando dos piezas hechas con telas de distintos puntos de tejido: aún cuando ambas piezas tienen el mismo motivo bordado, aquella con estructura de punto rib fue más engorrosa de llevar a cabo, mientras que la de punto plano fue completamente un paseo. Mi intención pricipal al bordar la chaqueta (la cual pueden ver acá), fue realizar un proyecto final para el curso que tomé luego de regresar de Venezuela, un año después de la muerte de mamá. Con el tiempo, esa idea siguió desarrollándose en mi cabeza y acabó en una mini colección de estampados para tela que diseñé como al año de estar en Estambul; y la cual pueden ver acá. El sonido que se producía al friccionarse el hilo de bordar con la trama y la urdimbre de la tela de 100% nylon, gracias a la tensión otorgada por los aros, siempre me ponía en un estado de serenidad y relajación.
Aprender a bordar ha permitido adentrarme en el mundo textil poco a poco. ¡Ha sido mi escuela para entender cómo una tela actúa ante la intervención de los hilos, por qué es importante el espesor de los hilos al momento de elegirlos! Para un experto, estas ideas pueden ser muy obvias; pero para mí ha sido no solo experiencia sino claridad a mis dudas ante la inseguridad de lo que iba a hacer con mi carrera. Bordar viene con esa creatividad que Sara me mencionó aquel día de películas. Y es el tesoro que mamá me heredó, incluyendo sus hilos de colores y aros viejos de madera.

¡Gracias Hermosísima mamá!
Culminado el 1° de Diciembre del 2024,
En Myerstown, Pensilvania.
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